Ambiente malo en una oficina: tengo la solución y te va a gustar

Tabla de contenidos

Creo que lo del ambiente tóxico en una oficina es como una relación sentimental. No se sabe muy bien cuándo llegue, pero se va apoderando poco a poco de todo. En mi caso no recuerdo empezó el mal ambiente en mi oficina, pero sí que sé que cuando me di cuenta, ya era imposible ignorarlo. Había que hacer algo.

Y bueno, pues como en todas las cosas que no ruedan bien, comenzaron esas reuniones tensas, con miradas esquivas y respuestas cortantes de decir “pero qué está pasando aquí”. Los pasillos que hace años hubo incluso hasta bromas y charlas ahora se habían convertido en zonas no aptas para cardiacos. Yo, como muchos, iba a trabajar cada día con una mezcla de desgana y tensión en el estómago. Esto no era normal.

Y no sé por qué pero eran los viernes cuando todo explotaba. Quizás por el acumulado de toda la semana. Así, un viernes por la tarde, en medio de una reunión especialmente tensa, nuestra jefe Marina, que era la directora de proyectos, hizo una propuesta. Era la de hacer una escapada rural de fin de semana, todos juntos. La cara de todos fue un poema.

Voy con algunos de los mensajes que se podía unir: “No voy con mis amigos y voy a ir con estos”. “Supongo que estará todo pagado”. “Me pagan por ir”. Yo la verdad es que no daba crédito, pero era lo que había. Hasta el punto de que la pobre Marina tuvo que explicarlo todo, con pelos y señales. Porque en mi empresa también está la típica que pregunta todo, como en las reuniones de los padres en los colegios.

“No será para trabajar, ni para hacer dinámicas de empresa, solo para desconectar”, fueron sus palabras. ¿Y si funcionaba? Es lo que pensaba yo en mi cabeza, lejos de bufidos o críticas. La verdad es que como os digo, no es agradable ir a una oficina y parecer que vas a la guerra. En mi caso solo parecía que faltaba el carro y eso que yo soy de los que se siente como Suiza, es decir, neutral.

Pues nada, al final salió la propuesta adelante. El sábado siguiente nos fuimos. Era en un pequeño pueblo perdido entre montañas, con bosques y donde el silencio se escuchaba, por suerte, por poco tiempo.

La verdad es que la casa rural era grande. No sé si Marina eligió esta para no tener que vernos mucho. Bromas a parte, era una cucada porque era de madera y piedra, con chimenea y olor a café recién hecho. Lo que más nos gustó fueron algunos detalles como las mosquiteras o una pérgola en el jardín. Yo incluso pregunté que de dónde había salido, y la dueña de la casa, muy amable, me comentó que lo había comprado esta empresa de cerramientos de Alicante. Dos meses después ya tenía una igual para mi chalet.

Pero volvamos a la casa, al principio, como era lógico, la incomodidad era palpable. Algunos se encerraron en sus habitaciones, otros se refugiaron en sus móviles. Pero algo empezó a cambiar esa noche, alrededor de la hoguera, y sí, las cervezas y las copas de vino, esto no se puede obviar.

Llegan las risas

No sé si fue el vino, la risa nerviosa, o simplemente la ausencia de pantallas y relojes, pero poco a poco las máscaras cayeron. Jugamos a adivinar historias inventadas, cocinamos juntos y hasta acabamos cantando canciones absurdas de esas que son típicas del verano porque jugamos al mítico Furor, ese programa de Antena 3 que presentó Caparrós.

Yo, particularmente, pues descubrí que Marta, con quien apenas cruzaba palabras en la oficina, era una tía guay y un poco friki como yo, porque le gustaban los juegos de mesa. Que Diego, siempre tan serio en la oficina, hacía imitaciones muy chulas, y hay que reconocer que cuando hizo de Chiquito de la Calzada casi lloro de risa.

Y todo terminó, para sorpresa de todos, sin discusiones. Bueno la única por ver quién se llevaba las cosas que habían sobrado en la casa rural, pero creo que eso es algo que ocurre en todos los lados. ¿Verdad?

Y llegó el lunes de regreso a la oficina. Es cierto que algunos no sabían si meterse en un pozo (lo digo por Diego y sus imitaciones) o saltar de alegría. Aunque es cierto que el silencio incómodo dio paso a un murmullo animado. Las bromas empezaron a cruzar las mesas otra vez. No es cierto que a partir de ese momento ya fuéramos amigos del alma, pero al menos, ya no era la guerra.

Desde aquel fin de semana en la montaña, la oficina nunca volvió a ser la misma. Y, honestamente, tampoco yo. Por eso es algo que recomiendo por si la gente quiere hacer para romper un poco el mal ambiente del trabajo. Ojo, a nosotros nos salió bien, pero en otras ocasiones el remedio puede ser peor que la enfermedad.

Más comentados

Enoturismo

¿Os gusta el vino? Quizás esa debería ser la primera pregunta a hacerse antes de

Comparte

MÁS ARTÍCULOS

Enoturismo

¿Os gusta el vino? Quizás esa debería ser la primera pregunta a hacerse antes de plantearse la posibilidad de hacer algún tipo de actividad

Un descanso sin niños

Ir de vacaciones en familia es maravilloso y yo no lo cambio por nada. Las actividades, las experiencias, las risas de los más pequeños