¿Os gusta el vino? Quizás esa debería ser la primera pregunta a hacerse antes de plantearse la posibilidad de hacer algún tipo de actividad de enoturismo, aunque he de reconocer que a mí no me encanta y, sin embargo, lo he pasado muy bien en visitas a bodegas, catas y demás actividades similares. ¿Por qué? os preguntaréis algunos, pues es muy simple, porque no es lo mismo estar en casa y probar un vino fuerte en boca de un paladar no acostumbrado a él que estar bajo la atenta mirada de un enólogo y otros visitantes más esperando a ver tu reacción al catar ese sabroso líquido.
¿Sabéis cuál es el vino que yo bebo gustosamente? El blanco suave. Los dulces no me gustan, que quede claro, pero el vino blanco (espumoso o no) suele ser un buen compañero de aperitivos y comidas de pescado para mí. Los tintos, no obstante, no son mi fuerte, así que cuando tengo en la mesa un buen chuletón para comer, o una tabla de quesos, prefiero pedirme una cerveza.
El enoturismo está de moda
¿Sabéis qué cantidad económica mueve al año el enoturismo en nuestro país? Pues estamos hablando de una friolera de 80 millones de euros con un aumento, en 2018, de un 20,5% de visitas a bodegas y museos del vino.
Y es que, por un lado, soy de las que opina que desde que aparecieron este tipo de actividades y espadas turísticas son muchos los españoles, y extranjeros, que ven en ellas un modo de hacer algo diferente que se sale de la rutina y que, seamos sincero, es muy elegante. Entre los veinteañeros queda muy bien eso de decir “me he ido a hacer rafting” o “este fin de semana he hecho un escape room”, pero entre aquellos que pasamos la treintena y rondan ya la cuarentena, queda muy elegante e interesante decir que nos hemos ido a hacer una visita enoturística a unas conocidas bodegas.
Pero ¿cómo es una visita de estas características? Pues todo depende de la bodega que vayamos a visitar, yo he estado en varias con amigos y en pareja, y la cosa cambia mucho dependiendo de cómo tienen montada la visita, o la cata, y de quien es el guía y el carisma que tiene.
Una de las mejores experiencias de enoturismo la viví en Bodegas Bocopa, muy conocidos por sus vinos de Alicante y, concretamente, su vino tinto de Alicante tipo Fondillón. Tienen varios tipos de visita, yo elegí la visita gastronómica porque iba con un gripo de amigos a pasar el día y la verdad es que fue todo un acierto.
La visita consta de una explicación en video donde podemos ver el nacimiento de las bodegas y la procedencia de la vid de sus vinos. Normalmente estos vídeos suelen aburrirme, pero en este caso está bastante bien montado y no se hace nada pesado. Dura algo menos de media hora.
Tras el video a modo presentación comienza la visita guiada por las bodegas y aquí es donde el guía puede cambiar, y mucho, la percepción del visitante. En este caso hablamos de un guía ameno, con gracia y con bastante carisma que nos hizo muy amena toda la visita. Al final de la misma, nos dieron a degustar tres vinos, con sus respectivas presentaciones, explicaciones y preguntas.
Todo esto acaba sobre las 13:30, hora en la que quienes no han contratado comida se marchan y los que sí la hemos contratado pasamos al comedor, un espacio muy bien acondicionado y elegante que no desmerece en nada a los buenos restaurantes. Además, la comida en sí, estuvo muy bien. No la recuerdo exaltantemente pero sé que nos pusieron varios entrantes y luego un plato principal elegir con bebida, postre y/o café.
Yo os recomiendo que busquéis algo así porque, si solo contratáis la visita, al final la experiencia acaba demasiado pronto, por lo menos para mi gusto.
Otras bodegas que he visitado y os recomiendo: Bodegas Francisco Gómez, Bodegas Mendoza, Bodegas Emina Rueda y Bodegas Carchelo. Ahora, una que no os recomiendo nada porque a mí no me gustó, y que quede claro que es una opinión personal, es la visita a las Bodegas Protos, fue muy sosa, sin gracia y todo acabó en un abrir y cerrar de ojos.