Son muchos los restaurantes, cocineros, empresas de actividades, etc. que organizan e imparten cursos de cocina. Las empresas han resultado ser uno de sus clientes más recurrentes. En estos cursos se fortalecen los lazos subjetivos entre los trabajadores fuera de la oficina y se potencia el trabajo en equipo.
Eva, chef de un restaurante que estaba en el centro de Cornellá del Llobregat, recurrió a organizar talleres de cocina en un momento en el que el negocio no andaba bien. Era la época de la crisis del 2008. La facturación en las comidas y las cenas había bajado.
Tenía experiencia docente. Había participado en cursos ocupacionales organizados por el ayuntamiento. Los talleres que impartió en su restaurante no solo representaron una nueva entrada de dinero para el negocio, sino que resultó ser una actividad reconfortante que le reportaba muchas satisfacciones personales.
Pronto se percató, que las empresas eran un cliente perfecto para esos talleres. Todo surgió por iniciativa de los directores de una empresa informática que eran clientes suyos. “¿Por qué no nos das un taller de cocina los sábados por la mañana?” – Le preguntó el CEO de la empresa a Eva. “¿Por qué no?” – Respondió ella. Con una sencilla conversación, Eva tenía el aula de los talleres llena.
La cocina se ha convertido en un potente instrumento socializador. En ello ha influido la popularidad que han alcanzado programas de televisión como “MasterChef”. Estos programas reflejan que la cocina es un canal en el que desplegar nuestra creatividad. Una disciplina en la que crecer personalmente.
Aunque tengas pocos conocimientos de cocina, aprendiendo las técnicas precisas, puedes transformarte con el tiempo en todo un chef. Comprobando en los platos que elaboras los avances de tu progreso.
Una actividad, los talleres de cocina, que encaja a la perfección en la dinámica de las empresas.
Una actividad de moda.
Cuenta el Diario de Sevilla que en la capital hispalense hay una docena de establecimientos que imparten con cierta regularidad talleres de cocina. En Sevilla, gran parte de estos talleres van dirigidos a turistas extranjeros. Pero como dice Ana López, directora de Club Foodies, uno de estos locales que imparten cursos de cocina, los talleres son una buena oportunidad para estimular a los trabajadores de una gran empresa, para celebrar una despedida de soltero o como complemento para un taller de yoga.
Los directivos de Cocinarte, un negocio que imparte talleres gastronómicos, esta vez en Toledo, señalan que los talleres de cocina para empresas son una actividad divertida, que gusta a los trabajadores y que pueden servir a los objetivos de la empresa.
Los team building se han convertido en tendencia. Son las actividades dirigidas que realiza la plantilla de una empresa fuera de su lugar de trabajo. En cierto modo, esta actividad es algo natural. Pasamos buena parte de nuestra vida en el trabajo, en él forjamos lazos subjetivos que van más allá de lo profesional. Es habitual que los compañeros de trabajo salgan a tomar una cerveza juntos después de la jornada laboral o que monten equipos de futbol.
Los ejecutivos de las grandes empresas norteamericanas, los verdaderos impulsores del team building, descubrieron que estas actividades, organizadas por la empresa, podían servir a sus objetivos. Era la idea de que la empresa se convirtiera en un microcosmos donde los trabajadores se relacionaran de forma natural y donde la interrelación entre los miembros se extendiera más allá de la jornada laboral.
En un taller, fuera de la oficina, las relaciones fluyen con más naturalidad. No existe el estrés ni la presión del trabajo. Tiene un aspecto lúdico y de socialización que se expresa cuando los participantes del taller, después de elaborar los platos, los comparten entre ellos en una animada comida.
En un taller de cocina para empresas, los participantes deben seguir las instrucciones que les proporciona un chef experimentado. Suelen organizarse en uno o varios equipos, y deben alcanzar un objetivo, preparar determinados platos o un menú, en un tiempo establecido.
Ventajas de estos talleres.
Carolina Parra, directora del Instituto de Gastronomía Gato Dumas, declara en el periódico digital La República que los talleres de cocina para empresas fortalecen las habilidades blandas de los ejecutivos y de trabajadores. Vamos a comentar las aptitudes que destaca. Son estas:
- Liderazgo natural. En un taller extralaboral los participantes están enrasados. En él no funciona el organigrama de la empresa, o al menos no lo hace como en el centro de trabajo. El líder del equipo es aquel que se responsabiliza de que el encargo (los platos o el menú propuesto) salga en el tiempo establecido y con la calidad esperada. Está pendiente de lo que hacen sus compañeros y se pone a la cabeza de sacar la comanda.
- Trabajo en equipo. Las actividades de un taller de cocina son un trabajo en equipo. Esto significa que hay que distribuir las tareas y que los participantes deben coordinarse para que salga el resultado esperado. No hay tareas grandes y pequeñas. Cada participante debe hacer su labor correctamente para conseguir un resultado final.
- Toma de decisiones rápidas. Un taller de cocina educa al responsable del equipo en la toma de decisiones rápidas. En la elaboración de los platos siempre surgen imprevistos o problemas inesperados a los que hay que dar solución con inmediatez y determinación. Todo está en función de conseguir el resultado esperado. Esto obliga al responsable a ser hábil y rápido en la toma de decisiones.
- Capacidad de negociación. Igual que el responsable debe ser rápido en tomar decisiones, el resto del equipo debe ser capaz de saber interpretarlas y seguirlas. En ocasiones aparecen conflictos de pareceres. Miembros del equipo que opinan que las elaboraciones no deberían hacerse así. El responsable debe integrar las sugerencias, si las considera oportunas o unir al miembro dispar a la dinámica del equipo.
Al final, un taller de este tipo, reproduce el funcionamiento de cualquier empresa (sacar un trabajo en equipo) en un tiempo concentrado y en un ambiente distinto a las instalaciones de la empresa.
Qué material necesita un taller de cocina.
Los distribuidores de Mayfriho, una empresa de Alicante que lleva proveyendo equipamiento a empresas de hostelería y alimentación de todo tipo desde 1994, opinan que para impartir cursos de cocina es necesario contar con una cocina industrial. Igual que si estuviéramos en un restaurante. Es lo que permitirá a los participantes aprender y desplegar sus habilidades.
Por tanto, para impartir el cursillo sería necesario disponer una cocina industrial con fuegos abiertos, un horno de convención, freidoras industriales, pequeños electrodomésticos como batidoras, picadoras, corta-fiambres, equipos de molienda, sopletes…
Los utensilios de cocina también son importantes. Entre ellos, un equipo completo de cuchillos de cocina.
La distribución del espacio es un aspecto fundamental. Aquí es interesante contar con una isla. Donde los participantes puedan repartirse a lo largo de la superficie y el monitor pueda ver lo que hace cada uno con una simple mirada.
La isla también facilita las explicaciones. El monitor puede enseñar cómo se realiza tal preparación y los alumnos lo pueden ver desde el lugar en el que se encuentran.
Casi todos los locales que imparten cursos de cocina disponen de una o varias salas habilitadas como si fueran un aula. Salas, que como hemos visto, deben estar equipadas como una cocina profesional. Esta sala debe ser independiente de otras actividades que pudiera realizar el negocio. Es decir, si el curso lo imparte un restaurante, no es buena idea que lo realice en la cocina principal del establecimiento.
Una actividad con tradición.
Utilizar la cocina como elemento de socialización está bastante arraigado en nuestra cultura. Un ejemplo de ello son los tradicionales “txokos”. Sociedades gastronómicas privadas, muy populares en el País Vasco, donde los socios se reúnen para cocinar en el local de la asociación y darse una comilona con la comida que han preparado entre todos.
En la cultura euskaldún, los txokos son sociedades de hombres. Lugares donde los amigos se reúnen para cocinar y pasar gratos momentos comiendo y bebiendo con sus compadres.
Existen 1552 txokos repartidos por Euskadi y Navarra que aglutinan a más de 32.000 socios. Los socios se encargan de todo. De hacer la compara, de recolectar la verdura, de cazar o pescar cuando sea necesario, de cocinar y, por supuesto, de financiar las instalaciones.
Se dice que los txokos cogieron el testigo de las antiguas sidrerías vascas. Auténticos templos del buen comer y del buen beber. Solo que en esta bifurcación, los comensales se transformaron en cocineros.
La costumbre de quedar con los compañeros de trabajo para cocinar y comer era frecuente en la generación de nuestros padres y abuelos. Trabajadores que emigraron del campo a la ciudad para trabajar en la industria o en los servicios.
Entre estos trabajadores era normal quedar algún domingo para hacer una paella en el campo o realizar una parrillada de cordero. Todo eso, con comida y bebida que iban aportando entre todos. Aún, hay grupos de trabajadores que continúan con la tradición.